Presentació “Movimiento libertario y educación en España (1901-1939)”

Divendres 17 de gener a les 18.30h. Sala Eladio Villanueva, CGT Barcelona (c/ Pare Laínez, 18).

Presentació del llibre d’Emili Cortavitarte: Movimiento libertario y educación en España (1901-1939) . Amb la col·laboració de la Fundació Salvador Seguí.

Durante las cuatro primeras décadas del siglo XX, el movimiento libertario (formado por anarquistas, anarco-sindicalistas y simpatizantes) construyó un proceso formativo y educativo radicalmente revolucionario y alternativo a la dominación de clase y a las estructuras capitalistas. Desde Ferrer i Guàrdia y la Escuela Moderna, pasando por las escuelas y docentes racionalistas de sindicatos de la CNT y ateneos, hasta la apuesta por una enseñanza pública activa, coeducativa y liberadora (Escuela Nueva Unificada) durante la Revolución Social.

Calumnia Edicions, Colección Colossus, 11. Mallorca 2019
89 págs. Rústica 18×13 cm
ISBN 9788412128116
Editorial La Malatesta

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Entrevista d’Enric Llopis a Rebelión al profesor de Historia Emili Cortavitarte, autor de Movimiento libertario y educación en España (1901-1939)

¿Qué diferencia la pedagogía libertaria, promovida por las escuelas racionalistas en el primer tercio del siglo XX, de la enseñanza convencional a día de hoy? “No tanto los conocimientos como los valores que se transmitían y la importancia de las relaciones personales en el aprendizaje”, resume el profesor de Historia jubilado y militante de la CGT, Emili Cortavitarte. Actualmente se trata de que los profesores sean “muy profesionales”, los procesos de aprendizaje “muy técnicos” y las materias se impartan de manera parcial y especializada. “Se explica Lengua o Matemáticas a alumnos con los que no se tiene especial interés en mantener una relación de persona a persona”, añade el autor del libro Movimiento Libertario y educación en España (1901-1939), editado en 2019 por Calumnia.

Investiga actualmente sobre el trabajo de las maestras y maestros libertarios durante la revolución de 1936 en Cataluña, en la etapa del Comité Nacional de la Escuela Unificada (CENU). Emili Cortavitarte ha trabajado durante más de 30 años como profesor de Geografía e Historia en institutos catalanes, ocupado responsabilidades en las federaciones de enseñanza de Cataluña y estatal de la CGT y es miembro de la Fundación Salvador Seguí. También colabora como analista en Radio Klara, emisora comunitaria de Valencia. La entrevista tiene lugar en el Centre Cultural Octubre de Valencia, antes de su intervención en las XXI Jornades Llibertàries de la CGT.

-¿Por qué es importante la educación para el movimiento libertario?

Es una de las claves para la liberación del proletariado y las clases populares. El libro se centra en el periodo 1901-1939 en España, pero ésta es una cuestión muy presente desde 1868, y que ha continuado después (señalo 1868 porque es cuando Bakunin fundó la Alianza Internacional de la Democracia Socialista y se celebró uno de los Congresos de la AIT). Podemos hallar textos sobre la importancia de la educación no sólo en quienes luego fueron pedagogos y maestros, sino de otros anarquistas como Joan Peiró, Salvador Seguí, Kropotkin y Bakunin. Empiezo el libro refiriéndome a un Comité Pro-Enseñanza Anarquista constituido en 1898, del que formaron parte Kropotkin, Reclus, Louise Michel, Charles Malato, J. Ardouin, Jean Grave y Tolstoi, que se oponía a la educación burguesa y religiosa dominantes. Se trataba de promover una educación paralela, que adoptara los conceptos científicos modernos y la libertad en el aprendizaje.

-Resaltas la figura de Francesc Ferrer i Guàrdia. Inauguró la Escuela Moderna en la calle Bailén de Barcelona, en septiembre de 1901, con 30 alumnos (12 niñas y 18 niños) y el siguiente Programa: “Hacer que los niños y las niñas que se le confíen lleguen a ser personas instruidas, verídicas, justas y libres de todo prejuicio”. Murió fusilado en 1909, tras la condena de un Tribunal Militar, por ser uno de los presuntos inductores de la Semana Trágica. ¿Qué valoras especialmente del pedagogo catalán?

Todo es importante. Cuando estudiamos a Ferrer, tenemos mucha suerte. Primero, porque se han conservado los Boletines de la Escuela Moderna; en estas revistas no sólo hallamos sus tesis, también la correspondencia que intercambió con el maestro belga Ovide Decroly, escritos de Reclus, Kropotkin o Anselmo Lorenzo y trabajos de los alumnos. Ferrer i Guàrdia tenía muy claros los ejes de su modelo educativo: racional, no dogmático, científico, laico, integral, basado en la coeducación de sexos y de las clases sociales (a partir de un sistema de cuotas que iba desde la gratuidad en las familias pobres, hasta la contribución máxima en las más acomodadas). Planteaba una educación sin premios, castigos ni exámenes. Es relevante, además, porque introduce en Cataluña y el estado español modelos que estaban experimentándose en Europa.

Antes de fundar la Escuela Moderna, Científica y Racional, impartió clases de lengua castellana en Francia. Ferrer tuvo influencias, además de libertarias, de la masonería, republicanas y del cientifismo de la época. Entre otras actividades, la Escuela Moderna tradujo y publicó libros –por ejemplo de Reclus sobre Geografía- y nuevos materiales divulgativos. Contribuiría, con esta tarea editorial, a la creación de una red de escuelas modernas, libres e integrales que utilizarían las metodologías renovadoras; la inaugurada por Ferrer i Guàrdia fue clausurada en 1906, cuando se produjo el intento de regicidio de Alfonso XIII. Cerraron la Escuela Moderna, y Ferrer fue encarcelado –después absuelto- bajo la acusación de instigar el atentado; el autor, Mateo Morral, había trabajado como bibliotecario en la Escuela Moderna. Cualquier excusa era buena para que la autoridad gubernativa cerrara los centros educativos racionalistas.

-¿Se estudia actualmente a Ferrer i Guàrdia y sus métodos de aprendizaje en las escuelas de Magisterio y las facultades de Ciencias de la Educación?

En general no encontramos estos referentes. Sí que hay algunos casos, como el del historiador Pere Solà durante el tiempo que estuvo en el departamento de Pedagogía de la Universitat Autònoma de Barcelona; este catedrático es autor, entre otros libros, de Francesc Ferrer i Guàrdia i l’Escola Moderna y de Las escuelas racionalistas en Cataluña (1909-1939). Durante los 20 años que llevo explicando el contenido del libro y recopilando información, muchas personas –especialmente en el campo de la Pedagogía- me han dicho que no se incluye en los programas a Ferrer y la Escuela Moderna. Es posible, sin embargo, que sí les hayan explicado a otros educadores –coetáneos- como Decroly, Montessori o Freinet. Ferrer y Decroly fueron amigos y formaron parte de la Liga de Librepensadores europeos; resulta un tanto extraño que te expliquen en España al pedagogo belga y no a Ferrer. Creo que esto ha sido bastante intencionado…

-¿Qué otros ejemplos resaltarías de educadores sobre los que pesa el olvido o incluso el menosprecio?

Por conversaciones con compañeros, en muy pocas facultades de Pedagogía se enseña a un maestro gaditano, José Sánchez Rosa, asesinado por las tropas franquistas en 1936. No sólo promovió –con la colaboración de su compañera, Ana Villalobos- escuelas racionalistas en las provincias de Cádiz (Los Barrios), Sevilla (Aznalcóllar, Dos Hermanas y el barrio de Triana) y el norte de África (Tánger); fue también autor de La gramática del obrero (1929), El abogado del obrero (1932) y La aritmética del obrero (1933). Se trata de libros en los que plantea, de manera sencilla, cuestiones muy prácticas: cómo un trabajador del campo puede escribir reclamaciones ante el patrón, hacer cálculos económicos o sobre cobros; y realizar los trabajos de matemáticas a partir de hechos reales. Son libros muy avanzados; de hecho, estas técnicas se han utilizado –muchos años después- en la educación para adultos. A pesar de ser un pedagogo muy poco conocido, hace más de una década salió una biografía interesante, La tiza, la tinta y la palabra. José Sánchez Rosa, maestro y anarquista andaluz (1864-1936), del historiador José Luis Gutiérrez Molina.

-En unas jornadas de Pedagogía Libertaria, celebradas en 2012 en Granada, destacaste el concepto de “educación integral”, con antecedentes en los primeros congresos de la AIT; y en Bakunin, Proudhon, Kropotkin o el pedagogo francés Paul Robin. ¿En qué consiste? Por otra parte, ¿qué relevancia tenía el juego?

La educación integral me parece la idea más brillante, de la que se extraen las demás. Tiene el sentido de que la educación abarque todos los aspectos de la persona, no sólo el conocimiento; también la afectividad, la sexualidad, la naturaleza, la pasión por las artes o romper la dicotomía entre el trabajo manual e intelectual. Bakunin, además de otros anarquistas con un posicionamiento más político, defendieron que la educación se dirigiera a las personas, y no a la formación específica de obreros, intelectuales o élites, como pueda ocurrir hoy.

Actualmente se utiliza el juego en la educación, pero tampoco se hace referencia a las escuelas racionalistas, sino a otras más externas, como Montessori o las escuelas italianas de los años 70 del siglo XX. En el municipio valenciano de Alginet hay una experiencia genial, la del maestro anarquista Higinio Noja; impulsó una escuela llamada La Armonía, en 1923, que duró varios meses y se situaba en el campo. Vivían en comunidad. Al campamento se fue el maestro con los alumnos, de modo que ya no daban las clases en los locales del sindicato (“El juego es indispensable a los niños (…). No nos pesa decir que es de absoluta necesidad que se vaya introduciendo sustancia del juego por el interior de las clases”, apuntaba un artículo reproducido en el Boletín de la Escuela Moderna. Nota del entrevistador).

-¿Qué planteó la pedagogía no autoritaria respecto al maestro?

Cambiar la idea de que eran unos profesionales que se encontraban con niños y niñas prácticamente vírgenes, y que el objetivo era embutirles la cabeza de conocimientos. Además desempeñaron el rol de acompañar en el proceso de aprendizaje, ya que se consideraba muy importante la iniciativa del alumno; trataban de ser plurales, no imponer sus criterios y dejar varias opciones –si estas existían- para que los niños y niñas pensaran. La gente se quedaría hoy sorprendida de que en los años 20 y 30 (del siglo XX) ya trabajaran por proyectos, en los que los alumnos afirmaban sus intereses. Hoy se considera este método muy novedoso. En el libro cito a José de Tapia, maestro en los años 20 en la provincia de Lleida; militante de la FAI, introdujo las técnicas de Freinet y fue un gran defensor –en Cataluña, durante la guerra de 1936- de la Escuela Nacional Unificada. José de Tapia consideraba clave la autogestión y los proyectos de trabajo; defendió además un aprendizaje integral: intelectual, manual y productivo.

-¿Y en cuanto al alumnado?

No se trataba de que los alumnos hicieran todo lo que quisieran, pero los maestros tenían una cosa muy clara: no había que cortar la búsqueda de aquello que agradaba a cada niña y cada niño, fueran materias, oficios o intereses. Se potenciaba su inclinación natural. A un alumno que se interesara por la Astronomía, no se le decía -como ocurre hoy, si el docente sigue la norma: ahora no toca, espérate al cuarto curso o esto ya se vio en el trimestre pasado… Tampoco les preocupaba que hubiera un número concreto de médicos, carniceros o maestros; ni era una educación tan mediatizada como la actual por la profesión, el qué seré de mayor; por el contrario, se tenía una concepción más holística y global de la persona. El alumno debía disfrutar de lo que hacía en el momento.

-Pero la Historia avanzaba y se plantearon nuevos retos. Llegada la hora de las colectivizaciones, escribes, “era necesaria la participación del personal técnico en las nuevas tareas productivas y la formación técnica de los y las trabajadoras de la colectividad agraria o industrial”. ¿Hay iniciativas concretas?

En el estado español, durante la revolución social de 1936, se desarrollaron en la Escuela Politécnica Confederal de Madrid, la Industria Colectivizada de la Madera de Barcelona, la Escuela Profesional de Artes y Oficios de Elda (CNT-UGT) y el taller-escuela de la Industria Metalúrgica Socializada de Alicante, entre otras experiencias; y en el campo, en la Escuela de Militantes de Monzón (Huesca), del maestro racionalista Félix Carrasquer (quien también promovió la Escuela Eliseo Reclus de Barcelona); la Escuela de Secretarios de Colectividades de Valencia o la Universidad Agrícola de Montcada (Valencia).

-La III República Francesa estableció en el último cuarto del siglo XIX el modelo de escuela gratuita, obligatoria y laica, a partir de las leyes promovidas por Jules Ferry al frente del Ministerio de Instrucción Pública; Ferrer i Guàrdia definió de este modo el otro patrón educativo de la época: “Como tipo de enseñanza religiosa existe la que se da en las congregaciones monásticas de todos los países, consistente en la menor cantidad posible de conocimientos útiles y recargada de doctrina cristiana e historia sagrada”. ¿En qué punto quedaba la pedagogía libertaria, corría el riesgo de convertirse en una reserva para minorías?

En el ejemplo francés, la República asumió la educación del conjunto de la ciudadanía; pero desde la perspectiva de los docentes libertarios, este modelo sustituía a Dios por la patria y a los dogmas católicos por la Constitución, las leyes y las normas. Los maestros racionalistas señalaron que, en estados como el francés, donde sí había una cierta preocupación por instruir a la ciudadanía, se daban los mismos defectos que en España, donde el Estado ni se preocupaba; y donde la iglesia cumplía fundamentalmente este papel. Les parecía que los dos modelos eran muy parecidos, y tenían que romper con ellos.

Los maestros racionalistas no pretendían ser minoritarios ni que las escuelas fueran elitistas. La CGT francesa, que entonces era una organización sindicalista revolucionaria, llegó a crear -en la primera década del siglo XX- 200 universidades populares; en el estado español, tenemos cerca de 160 escuelas racionalistas documentadas –de ellas, unas 120 en Cataluña- y puede que la cifra fuera mayor; a esto hay que sumar el trabajo de centenares de docentes. Primero Solidaridad Obrera; la CNT a partir de 1910 (año de la fundación) y en los congresos siguientes (1918, 1919 ó 1936) se asumió esta pedagogía alternativa, extendida por los locales del sindicato, ateneos y bibliotecas populares. Los militantes decidieron pagar cuotas especiales para tener una serie de maestros y escuelas con estos principios; y hay otro punto importante: la gente cuyos hijos ya habían pasado por estos centros, continuaba pagando las cuotas.

-En Movimiento libertario y educación en España, concluyes: “Buena parte de los objetivos pedagógicos libertarios estaban en el programa y las realizaciones del CENU”, durante la guerra y el proceso revolucionario en Cataluña. El Comité implantó un nuevo sistema público de enseñanza…

El 27 de julio de 1936 el presidente de la Generalitat, Lluís Companys, firmó el Decreto de constitución del CENU, en cuya introducción se afirmaba: “La voluntad revolucionaria del pueblo ha suprimido la escuela de tendencia confesional. Es la hora de una nueva escuela, inspirada en los principios racionalistas del trabajo y de la fraternidad humana”. No es que Companys, de ERC, se hubiera convertido, de golpe, al racionalismo como metodología pedagógica, sino que le dictaron el contenido del Decreto; esto es lo que hay, vinieron a decirle, y lo que aplicaremos.

El Comité estaba integrado por representantes de la CNT, la UGT y los designados por la Generalitat en representación de las universidades. Entre julio y septiembre de 1936, el CENU ejerció una autoridad absoluta en el ámbito cultural y docente en Cataluña: las tesis pedagógicas libertarias triunfaron, durante la primera etapa, sobre las defendidas por la UGT; a partir de los enfrentamientos armados en mayo de 1937, los principios racionalistas y de la fraternidad humana ya no serán los hegemónicos dentro del CENU, que pasó a ser un organismo asesor.

-Además de una red pública de enseñanza “revolucionaria”, entre los logros del CENU destacas la aprobación del Plan General (de inspiración libertaria); la creación de 128.000 plazas escolares, el nombramiento de 2.000 docentes interinos en octubre de 1936, la coeducación de sexos por primera vez en España o el fomento de la escuela rural. ¿Qué debates se suscitaron en la CNT?

En octubre de 1936 se organizó un Pleno de Cataluña de la CNT en el ámbito cultural. Los representantes de sindicatos y colectivos anarquistas debatieron qué hacer: si participar en la Escuela Nacional Unificada y mezclarse con otros maestros, alumnos y programa de conocimientos; o, por el contrario, mantener e intensificar las escuelas racionalistas y el proyecto educativo anarquista. Una mayoría de la CNT y los maestros libertarios decidió aportar su experiencia a la Escuela Nacional Unificada, para construir la escuela de todas y todos (además el CENU contó con cuatro miembros de la CNT); durante un tiempo las escuelas racionalistas fueron de resistencia, pero en el momento en que pudieron intervenir en la sociedad, lo hicieron; es decir, no tenían intención de ser minoritarias. Además, aquellas escuelas racionalistas que no quisieran integrarse en la red pública, no tuvieron que hacerlo; se respetó su decisión.

-Por último, destacas a pedagogos como Puig i Elias, militante de la CNT…

Me parece un personaje clave, Joan Puig i Elias fue presidente del CENU y concejal de Cultura en el Ayuntamiento de Barcelona en 1936; pero comenzó ya en los años 20, como maestro en la Escuela La Natura del Clot (un barrio obrero barcelonés), que sostenía el sindicato textil de la CNT. Se reveló, en los conceptos, como un gran seguidor de Ferrer i Guàrdia, pero más partidario que Ferrer de trabajar la afectividad y los sentimientos con el alumnado; hoy nos referiríamos a la “inteligencia emocional” en el proceso de aprendizaje. También resaltaría a José de Tapia y a maestras como Antonia Maimón, sobre quien Carmen Agulló y Pilar Molina escribieron el libro Antonia Maymón. Anarquista, maestra, naturista (Virus, 2014). Desarrolló su trabajo en escuelas de Cataluña (Sant Feliu de Guixols y Terrassa), el País Valenciano (Elda y Villajoyosa) y Murcia (Beniaján).